Democracia representativa y democracia directa
Es una de las cuestiones fundacionales de la ciencia política, y una de las más fascinantes. Ya lo identificó Rousseau en el Contrato Social: "la soberanía no puede ser representada por la misma razón de ser inalienable". Sin embargo, la democracia moderna (o sea, representativa) surge en buena medida de las ideas contenidas en ese libro. Esa contradicción fue desmenuzada en el blog español Autogobierno, por lo que no me voy a detener en este punto.
Norberto Bobbio publicó en 1984 una colección de ensayos titulada "El futuro de la democracia". El segundo de ellos se llama igual que este post, y empieza con la siguiente frase:
Esto sigue siendo válido hoy, 27 años después. Para empezar cualquier crítica de la democracia representativa, es necesario hablar de la representación. Una vez que queda definido que A representa a B, surgen dos cuestiones centrales para Bobbio: los poderes del representante (¿cómo representa?) y el contenido de la representación (¿qué cosa representa?). Generalmente, las respuestas a la primera pregunta se ubican en dos grandes campos: A puede representar a B como delegado (como vocero, sin poder de decisión) o como fiduciario (con cierto margen de acción, sin vinculo de mandato imperativo).
Las respuestas a la segunda pregunta también se dividen en dos grandes ramas: de un lado, la representación del interés general; del otro, la representación de intereses particulares (como trabajador, como empresario, como mujer, como estudiante). La teoría política moderna de cierta forma vincula la representación de los intereses particulares bajo la forma de delegación, y la representación del interés general con el carácter fiduciario.
La crítica de la democracia representativa no lleva necesariamente a la democracia directa. De hecho, buena parte del pensamiento clásico socialista sobre la democracia liberal-burguesa se basa en dos pilares: la crítica a la prohibición del mandato imperativo (que un diputado, una vez elegido, pueda hacer lo que se le antoje) y la crítica a la representación del interés general (en específico, a lo poco "general" que resulta ser el "interés general" defendido por los parlamentarios). La tradición política del último siglo ha visto intentos de solucionar estos problemas sin abrir mano de la representatividad: las democracias populares instituyendo elementos de vinculación imperativa de mandato en los representantes, y los regímenes fascistas a través de la representación corporativa.
Bobbio plantea que, al contrario de lo que afirma la politología tradicional, no existen sistemas puros de democracia representativa o democracia directa, sino que existe un continuo en el cual los sistemas políticos se componen de elementos de ambos tipos de democracia. Incorporar algun grado de mandato imperativo en un parlamento (por ejemplo, estableciendo un sistema de sustitución rápida de representantes cuando incumplen determinado mandato popular) incorpora elementos de democracia directa a un sistema representativo, sin cambiar del todo su naturaleza.
Pero ¿qué es entonces la democracia directa? ¿Puede realmente el soberano tomar las riendas del gobierno sin depender de una casta de "representantes profesionales"? Estrictamente hablando, los mecanismos conocidos de democracia directa son dos: la asamblea de ciudadanos y el plebiscito. Y Bobbio tiene razón cuando afirma que "ningún sistema complejo, como es el de un Estado moderno, puede funcionar solamente ... con ambos".
Existen casos clásicos de gobiernos asambleístas (las ciudades-estado de la antigua Grecia, la comuna de París), pero por más presupuesto participativo que uno fomente no es posible imaginar una Ley de Presupuesto Nacional en la Argentina que sea el resultado de asambleas en las plazas. Tampoco es factible un sistema donde todas las decisiones de gobierno requieran ser plebiscitadas. Quizá la gran barrera a la implementación de más democracia directa sea estructural: nuestros sistemas políticos, nuestras empresas, sindicatos, universidades están organizados de manera jerárquica, y la democracia directa es horizontal.
Ahora, existen varios elementos que permiten ser optimistas en relación a las posibilidades de más democracia directa en nuestras sociedades contemporáneas:
Norberto Bobbio publicó en 1984 una colección de ensayos titulada "El futuro de la democracia". El segundo de ellos se llama igual que este post, y empieza con la siguiente frase:
Parto de una constatación sobre la que todos podemos estar de acuerdo: la petición de mayor democracia, tan insistente en estos últimos años, se manifiesta en la exigencia de que la democracia representativa sea acompañada e incluso sustituida por la democracia directa.
Esto sigue siendo válido hoy, 27 años después. Para empezar cualquier crítica de la democracia representativa, es necesario hablar de la representación. Una vez que queda definido que A representa a B, surgen dos cuestiones centrales para Bobbio: los poderes del representante (¿cómo representa?) y el contenido de la representación (¿qué cosa representa?). Generalmente, las respuestas a la primera pregunta se ubican en dos grandes campos: A puede representar a B como delegado (como vocero, sin poder de decisión) o como fiduciario (con cierto margen de acción, sin vinculo de mandato imperativo).
Las respuestas a la segunda pregunta también se dividen en dos grandes ramas: de un lado, la representación del interés general; del otro, la representación de intereses particulares (como trabajador, como empresario, como mujer, como estudiante). La teoría política moderna de cierta forma vincula la representación de los intereses particulares bajo la forma de delegación, y la representación del interés general con el carácter fiduciario.
La crítica de la democracia representativa no lleva necesariamente a la democracia directa. De hecho, buena parte del pensamiento clásico socialista sobre la democracia liberal-burguesa se basa en dos pilares: la crítica a la prohibición del mandato imperativo (que un diputado, una vez elegido, pueda hacer lo que se le antoje) y la crítica a la representación del interés general (en específico, a lo poco "general" que resulta ser el "interés general" defendido por los parlamentarios). La tradición política del último siglo ha visto intentos de solucionar estos problemas sin abrir mano de la representatividad: las democracias populares instituyendo elementos de vinculación imperativa de mandato en los representantes, y los regímenes fascistas a través de la representación corporativa.
Bobbio plantea que, al contrario de lo que afirma la politología tradicional, no existen sistemas puros de democracia representativa o democracia directa, sino que existe un continuo en el cual los sistemas políticos se componen de elementos de ambos tipos de democracia. Incorporar algun grado de mandato imperativo en un parlamento (por ejemplo, estableciendo un sistema de sustitución rápida de representantes cuando incumplen determinado mandato popular) incorpora elementos de democracia directa a un sistema representativo, sin cambiar del todo su naturaleza.
Pero ¿qué es entonces la democracia directa? ¿Puede realmente el soberano tomar las riendas del gobierno sin depender de una casta de "representantes profesionales"? Estrictamente hablando, los mecanismos conocidos de democracia directa son dos: la asamblea de ciudadanos y el plebiscito. Y Bobbio tiene razón cuando afirma que "ningún sistema complejo, como es el de un Estado moderno, puede funcionar solamente ... con ambos".
Existen casos clásicos de gobiernos asambleístas (las ciudades-estado de la antigua Grecia, la comuna de París), pero por más presupuesto participativo que uno fomente no es posible imaginar una Ley de Presupuesto Nacional en la Argentina que sea el resultado de asambleas en las plazas. Tampoco es factible un sistema donde todas las decisiones de gobierno requieran ser plebiscitadas. Quizá la gran barrera a la implementación de más democracia directa sea estructural: nuestros sistemas políticos, nuestras empresas, sindicatos, universidades están organizados de manera jerárquica, y la democracia directa es horizontal.
Ahora, existen varios elementos que permiten ser optimistas en relación a las posibilidades de más democracia directa en nuestras sociedades contemporáneas:
- La descentralización del poder en forma vertical: poder que fluye de la nación hacia abajo (provincias, ciudades, barrios)
- La descentralización del poder en forma horizontal: poder que fluye del Estado hacia otras instancias (empresas, cámaras, ONGs)
- Internet y otras tecnologías de la información que facilitan las instancias de la democracia directa
- Democratización en diversas instancias de la sociedad civil (corporaciones, administración pública, sistema educativo)
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU(
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