EL TABACO MATA...Tabaco e hipocresía | |
Llevaba ya unas semanas dándole vueltas al asunto y finalmente he decidido escribir sobre el tabaco y todo el drama telenovelero de cuarta que gira en torno a su consumo. Antes que nada, he de decir que fui un acérrimo fumador, e igualmente un testarudo defensor de mi derecho a desgraciarme la existencia y me valía sorbete la suerte de todo aquel que estuviera cerca de mí. Sí, me fumaba pitillos más, pitillos menos, cajetilla y media al día y disfrutaba en verdad cada bocanada; para mí eran fruslerías las flemas –que por cierto, me hacían telarañas en la garganta y a veces parecía que nunca las iba a expulsar–, la tos permanente que me acompañaba y un leve rumor que ya tenía en los pulmones... todo ello valíame madre. Ahora he de decir que sorprendo a propios y extraños con la forma tan relativamente sencilla en que dejé de fumar. Un buen día, en medio de una maldita gripe de perro, simplemente decidí dejar de hacerlo y averiguar cuánto aguantaría. Un año después y cerca de quince kilos más –que gané a pulso al sustituir el vicio con carbohidratos– hoy puedo sentirme perfectamente librado del cochino tabaco. Quizá una de las cosas más positivas del caso es que ya no me molestan todos aquellos individuos que joroban y joroban a los fumadores, constantemente les hacen el feo, los tildan de homicidas, infanticidas, parricidas, genocidas y hasta ecocidas. No pueden estar en presencia de algún fumador sin hacer aspavientos y ascos, y en sus territorios colocan todo tipo de restricciones aun en reuniones de amigos o familiares donde se entiende que alguien habrá de fumar. Tampoco me sucede que en un restaurante me pongan cerca del baño, la bodega o de plano en la calle para que pueda fumar, no vaya a molestar a esos mismos individuos... a ellos debemos leyes, reglamentos, programas y acciones que van en camino de segregar a los fumadores... su intolerancia no tiene límite. Nadie en su sano juicio podría defender hoy la especie de que el tabaco es curativo o que pueda tener efectos terapéuticos; lo mismo, prácticamente ningún fumador el día de hoy podría afirmar que es un chamán y que utiliza el tabaco como un elemento de ayuda para adquirir estadios extáticos y tener visiones en consecuencia. El tabaco es malo y dañino para el que lo consume y la gente que le rodea; produce adicción y genera graves secuelas –los índices de cáncer de pulmón, páncreas, colon y muchos más, y de enfisema producto del consumo de tabaco hablan por sí mismos–, al igual que colabora con el envejecimiento prematuro de la piel y problemas dentales diversos... bueno, hasta te apesta la ropa y la buchaca. ¿Y entonces, preguntaría cualquiera, por qué demonios fuman los que fuman? Bueno, como ex fumador puedo decir que porque es muy sabroso y, simple y llanamente, porque se puede. Así es, uno puede comprar tabaco prácticamente en cualquier lado. Hay poblaciones a las que no llega ni el trabajo, ni el abasto, ni la salud, ni los apoyos de programas agrícolas, pero tabaco y refresco de cola, ésos sí. Ahora preguntaría cualquiera, ¿entonces, para qué tanto escándalo?; si se trata de un vicio horrible, ¿por qué no se prohíbe y metemos a todos los relacionados con el caso al bote? Bueno, la respuesta es que hay un doble discurso en torno a este tema. Es malísimo el tabaco, pero genera fuentes millonarias de impuestos –que por cierto pagan los fumadores, no las compañías, pues se dirige al consumo, no a la producción–; es desagradable, pero de adicción garantizada, y cada vez empiezan más jóvenes los consumidores; igualmente garantizadas las ganancias de compañías, cabilderos en los congresos y las arcas de la nación. Yo me manifiesto totalmente en contra de regulaciones segregacionistas hipócritas que no sirven para nada. Recuerdo que en Inglaterra, uno de los países que tasa con mayores impuestos al consumo de tabaco –una cajetilla en una máquina de bar podría costar más de seis libras (unos 120 pesos)– la gente sigue fumando igual; simplemente se acostumbra al nuevo pago. Todo vicio es nefasto y trae consecuencias. Pero lo que nos enseña la sociedad, el Estado y sus regulaciones es que hay de vicios a vicios. No es lo mismo inyectarse heroína, fumar crack o mariguana, por un lado, o fumar tabaco y consumir alcohol por el otro. El tabaco es permisible, pues genera impuestos, mismos que están 100 por 100 garantizados pues el adicto al tabaco no fuma por gusto sino porque es un adicto; por tanto, o asumimos que se prohíba del todo la elaboración, venta y consumo de cigarrillos o simplemente dejamos de rasgarnos las vestiduras y aceptamos que los adictos al tabaco se desmadren la existencia si les da la gana. Las fotos de fetos ennegrecidos y los mensajes macabros que vaticinan una muerte segura y dolorosa no espantarán esas malditas ansias de iniciar el día con el desayuno de los campeones: un tabaco y café. Hay vicios terribles como el tabaco, pero igualmente terribles son la soberbia, la hipocresía y la intolerancia. Después de todo, el fumador es un adicto y necesita fumar, pero difícilmente mata a alguien de inmediato; la intolerancia y el negocio disfrazados de legalidad claro que lo han hecho... mucho ojo. | |
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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